El otro día compré unos buenos boquerones frescos, prietos, brillantes... Nos gustan mucho los boquerones fritos pero, para no hacerlos todos de esa forma, reservé unos pocos y los hice en vinagre, que también gustan bastante por aquí.
Lo que sí tengo costumbre es de congelarlos antes y tenerlos, al menos, 24 horas. Así que, les quito cabeza y tripa, los congelo y, cuando los voy a preparar (ya descongelados), les quito la raspa. Dejo los filetitos limpios de espinas y cualquier otro resto que no sea el propio filete de boquerón.
Ingredientes:
- Boquerones frescos y limpios
- Vinagre
- Sal
- Aceite (en este caso, a mí me gusta poner el de girasol)
- Ajo
- Perejil
Preparación:
Como ya he dicho, descongelamos los boquerones, les quitamos la espina central y dejamos los filetes limpios.
Preparé unos 300 gramos de pescado, el resto de cantidades están en proporción a ese peso.
En un recipiente ponemos una cucharada (de postre) de sal marina y medio vaso de vinagre, o el suficiente para cubrir nuestros boquerones. Yo remuevo el vinagre con la sal hasta que ésta se disuelve. Los dejamos cubiertos, durante un día, en la nevera. Últimamente he leído que deben estar así, en vinagre, entre 24 y 48 horas, pero nunca más de ese intervalo de tiempo.
Por efecto del ácido del vinagre, veremos que se van poniendo blancos.
Pasadas las 24 horas, los sacamos y ponemos a escurrir en un colador o cualquier otro utensilio que nos sirva para ello. Se pueden lavar con agua fría, pero, a mí, no me gusta hacerlo.
Ponemos los boquerones escurridos en un recipiente limpio y los cubrimos con aceite. Hacemos en el mortero una picada de perejil y ajo (dependiendo de lo fuerte que nos guste, podemos poner varios ajos).
Incorporamos la picada al recipiente de los boquerones. Removemos con cuidado para que se mezcle todo bien. ¡Y listos!.
Mi recomendación es dejarlos así, al menos, otras 24 horas. Ya sé que es difícil, porque parece que te estén llamando para que los pruebes, como si fueran ellos los que no pudiesen esperar más a ser degustados. Pero lo cierto es, que si tenemos la suficiente paciencia para dejarlos, estarán mucho más buenos porque habrán tomado el sabor del ajo y el perejil.
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